El problema de la formación de los valores tiene mucha actualidad por las propias necesidades del desarrollo social en este mundo globalizado.
Variados son los enfoques que tratan de buscar una explicación a tan complejo problema, el cual puede ser conceptualizado desde diferentes ciencias al ser concebido desde el paradigma de la complejidad, pues todo intento de simplificarlo corre el peligro de desnaturalizar su propia esencia.
En el trabajo se intenta ofrecer diferentes criterios teóricos y metodológicos sobre la investigación y la práctica educativa en la formación de valores en la escuela con un enfoque psicopedagógico planteado por Emilio Ortiz, de Cuba.
El problema de la formación o la educación de valores o en los valores preocupa y ocupa a la comunidad educativa en el mundo.
La entrada vertiginosa en un nuevo milenio exige de una mayor eficiencia, eficacia y pertinencia de los procesos formativos, no solo en cuanto a la elevación del nivel intelectual de sus egresados, sino también en sus cualidades morales.
De los valores se viene hablando bastante desde hace tiempo por parte de diferentes especialistas, con disímiles puntos de vista y enfoques, lo cual resulta lógico, pues constituye un tema muy complejo que puede ser abordado desde diferentes enfoques y desde los diferentes campos del saber que integran, por ejemplo, las Ciencias de la Educación: la Psicología, la Pedagogía, la Filosofía, la Sociología y la Historia, entre otras.
Un objeto de investigación educativa tan complejo como los valores no puede ser aprehendido con rigor solo desde la Pedagogía, de ahí la importancia de hacerlo en conjunción con la Psicología.
Precisamente, el objetivo de este trabajo es ofrecer diferentes criterios teóricos y metodológicos sobre la investigación y la práctica educativa en la formación de valores en la escuela con un enfoque psicopedagógico.
No hay nada más dañino en las ciencias en general y en las psicopedagógicas en particular que pretender simplificar un fenómeno complejo por esencia.
El caso de la formación de valores constituye un buen ejemplo de ello, pues en no pocas ocasiones se ha pretendido investigarlos, e incluso aplicar criterios que, en aras de las urgencias de la práctica educativa, han provocado su vulgarización, y por ende, errores en su pretendida formación con los consiguientes resultados totalmente opuestos a los esperados.
O sea, la vía más rigurosa y científica de profundizar en el mundo de la educación de los valores dentro del proceso docente - educativo, es partir de posiciones epistemológicas que reafirman su carácter multifacético, complejo y contradictorio.
Multifacético porque posee muchas aristas, las cuales deben ser tenidas en cuenta en su interpretación, investigación y en la práctica profesional pedagógica.
Complejo porque no lo podemos reducir a los elementos que lo integran o intervienen en su formación, so pena de perder su propia esencia.
Y contradictorio porque con mucha frecuencia se obtienen resultados empíricos y teóricos que se niegan entre sí, lo que dificulta la obtención de regularidades fácilmente aplicables a la práctica.
Lo afirmado hasta ahora exige, ante todo, dejar bien delimitadas las posiciones teóricas de las cuales se parten para una conceptualización de este problema que evite los riesgos de la simplificación, del empirismo y de la vulgarización en la formación de los valores.
¿De qué posiciones teórico - metodológicas partir?
El estudio científico de los valores debe preceder a su investigación y a su educación en los estudiantes.
Se pueden considerar los siguientes elementos:
¿En qué sujetos deseamos educar valores?.
Ante todo es imprescindible el enfoque ontogenético porque en el caso que nos ocupa educamos niños, adolescentes y jóvenes.
La etapa juvenil plantea determinadas características generales que se deben conocer por los profesores y constatar si cada alumno nuestro es portador de ellas o no.
¿Qué valores posee ese estudiante?.
Hay que asumir que ese estudiante trae de los niveles educativos precedentes un nivel de desarrollo de su personalidad, y por tanto, determinados valores, los cuales hay que conocer antes de plantearse educarlos.
¿Cuál es su nivel de motivación?.
Como parte del diagnóstico inicial a cada estudiante debe conocerse el motivo o los motivos que lo impulsaron a seleccionar esa institución educativa y no otra.
¿Cuáles valores educar?.
Ante todo hay que delimitar los valores trascendentes, los esenciales, de acuerdo con el modelo de hombre que se quiera formar, para evitar de esa forma concentrar las influencias y no perder esfuerzos ni tiempo al intentar educar demasiados valores al unísono.
Además, hay que compatibilizar el enfoque analítico de los valores: considerarlos cada uno por separado, con el enfoque sintético: buscar la condicionalidad interna entre ellos, porque algunos se presuponen, al estimular la aparición de otros.
¿Cómo concebir a la personalidad?.
Es necesario adoptar una concepción científica de la personalidad porque las influencias educativas están dirigidas a desarrollar un profesional con determinadas características personales, dentro de los cuales se insertan los valores, concretados como cualidades de la personalidad que autorregulan conscientemente su conducta de manera permanente.
Al valor hay que vivenciarlo, o sea, conocerlo y sentirlo como importante por parte del que lo posee, de lo contrario no se forma ni llega a regular la conducta.
¿De cuáles principios psicopedagógicos partir?.
La ausencia de principios que guíen la práctica educativa provoca un desmedido empirismo que lastra cualquier esfuerzo por obtener resultados en la educación de valores.
Los siguientes principios son fundamentales:
De la Personalidad.
De la Unidad de la Actividad y la Comunicación.
De la Unidad de lo Cognitivo y lo Afectivo.
De la Unidad de las Influencias Educativas.
De la Unidad de lo Colectivo y lo Individual.
De la Unidad de lo Instructivo y lo Educativo.
Estos principios permiten diseñar el proceso docente - educativo de una manera más coherente y efectiva.
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